La sagrada Liturgia es la parte más digna de la vida común, como quiera que fundamenta la máxima unión entre nosotros, cuando, diariamente unidos, de tal manera participamos en ella que podamos estar concordes en presencia de Dios.

Estatutos 22,2

La Cartuja desarrolló una liturgia propia ya que “los monjes solitarios necesitaban una liturgia adaptada a su género de vida” (San Pablo VI, carta Optimam partem)

La celebración eucarística es extremadamente sobria, tanto en los textos como en los gestos. La soledad del celebrante en el altar, el canto gregoriano de las Horas litúrgicas que se cantan en la iglesia conventual: Maitines y Laudes a media noche, Vísperas al atardecer, con su despojada interioridad y numerosos momentos de silencio acentúan el clima de recogimiento de la celebración. Más allá de las palabras, cada uno entra silenciosamente en comunión con el Señor y con sus hermanos.